Una vez, en Granada, España, recibí una pequeña sacudida sísmica en un ascensor. Lo de menos fue el pánico que pasamos todos. Lo más importante es que yo sabía las graves consecuencias que provocan a su funcionamiento, durante y después del seísmo. Por supuesto, nos bajamos en cuanto paró el ascensor (¡5 plantas más!) y no dije nada de ello.
Sergio Dominguez